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Explicar el concepto de muerte a un niño pequeño

No sé cómo explicarle a mi hijo de 2 años y medio el concepto de la muerte. La otra vez me preguntó por su abuelito y yo tiernamente le dije que estaba en el cielo, a lo que él respondió: "Mami, yo también quiero ir al cielo". Me imagino porque lo ve cómo un lugar mágico. La verdad no supe cómo responderle a eso. Simplemente, le contesté: "No, hijito, no digas eso", con lo cual mi hijo se ha de haber quedado más confundido. - NN

Entiendo tu preocupación. Tanto el cielo como el concepto de la muerte son muy abstractos como para que un niño de dos años y medio los entienda de la manera que nosotros lo hacemos. Es natural que él quiera visitar al abuelito en el cielo, pues para él es un lugar al que cree que podría ir, igualmente es normal que tú le digas que mejor no.

Explícale, con palabras sencillas, que al abuelito ya no lo pueden ver, que no está aquí entre ustedes, sino que murió, y eso significa que no se lo puede ver más y que está allá arriba en el cielo. Se lo señalas, y le explicas que sólo se puede ir cuando una persona se muere.

Si te pregunta ¿y qué es morir? Le dices que cuando tienes una enfermedad muy muy grave (no una gripe) o un accidente, las personas se quedan dormidas para siempre, el cuerpo va al cementerio, cuando pases por ahí se lo puedes mostrar, y el alma, una parte que  todos tenemos y que no se ve, va al cielo.   Esto no lo va a entender a la primera, sino que en la medida que crezca se lo irás repitiendo muchas veces hasta que lo tenga claro.

La muerte de una mascota acerca a los niños al dolor

Tenemos un perro con el que mis hijos están muy encariñados. Y me alegra mucho porque el perro los ha ayudado en muchas cosas: a estar preocupados en su cuidado, a salir a jugar más al aire libre y hasta hacer más amigos, porque los niños se les acercan en el parque para ver al perro. Lo que me preocupa es que yo de niña viví la pérdida de mi mascota, y para mí fue una experiencia bien triste. Sólo para estar preparada a futuro, quisiera saber cómo puedo ayudar a mis hijos a llevar, de la manera menos dolorosa posible, la pérdida o la muerte de su mascota.
Rebeca

Tener una mascota en casa puede significar para algunos de sus integrantes, un miembro valioso de la familia y parte importante de su vida diaria; su pérdida puede dejar un enorme vacío y un dolor tan grande como el que se siente con la muerte de un amigo. En muchas ocasiones, la pérdida de la mascota es el primer contacto con la muerte, a través del cual los niños comienzan a entender el ciclo de vida.

Con una mascota comparten todos los días, de su compañía, juegos, responsabilidades, travesuras y alegrías. Tras la muerte de ella hay dolor y el dolor duele, pueden experimentar muchas emociones, incredulidad, dolor, rabia, culpa y ansiedad, hasta que finalmente llegan la resignación y la aceptación. Vivir el duelo es necesario, para sobrellevarlo hay que dar un espacio para llorar la pena, es bueno recordar la vida con su mascotita, los momentos maravillosos que les brindó cuando estuvo a su lado, ver fotos, eso reconfortará el corazón y ayuda a integrar la muerte como proceso natural de la vida.

Pero cuidado de no estar en el recuerdo y el dolor más tiempo del necesario. Los niños deben saber que es un proceso natural en el cual ellos no tienen ninguna responsabilidad. No me cuentas qué edad tienen tus hijos, si son muy pequeños no tienen un concepto claro de ella, piensan que es un proceso reversible y hay que ayudarlos a entender que su mascota ya no va a regresar. Entre los cinco y nueve años, los niños comienzan a darse cuenta de que la muerte es sinónimo de ausencia definitiva y que todos pasaremos por eso.

Recién a partir de los nueve y diez años de edad empiezan a entender realmente lo que significa la muerte, como un proceso irreversible, y relacionan el proceso con ellos mismo. Llega la noción de que ellos también morirán en algún momento. Es por esto que cada uno de tus hijos puede vivir la experiencia de la muerte de su mascota de forma diferente, depende de la etapa en que se encuentre y lo que la muerte significa para ellos. Como tú ya experimentaste esta vivencia, podrás acompañar a tus hijos a atravesar el momento con mucho cariño y contención.

Estos son momentos naturales, no les evites el sufrimiento. Mejor es recordar todas las gratas aventuras y caricias, y pensar en todo el aprendizaje que una mascota trae a la vida de tus hijos.

Beber alcohol, no es un juego

La Dra. Berta Lasheras, Profesora ordinaria de Farmacología en la Universidad de Navarra manifiesta que el alcohol es una de las drogas con mayor poder adictivo, de tal manera que cuando se produce el síndrome de dependencia, aparece el deseo persistente de beber. Ella refiere que hay padres que se sorprenden cuando les llaman desde la sala de emergencia de una clínica u hospital, comunicándoles que su hija o hijo están en coma etílico. “Se tendría que preguntar cuánto dinero manejan nuestros hijos, qué sitios frecuentan, cuántas horas salen, y poner los medios para que no les resulte tan fácil beber”.

En muchas ocasiones son los mismos padres los que propician el consumo de alcohol en sus hijos, dándoles dinero para que compren este producto.

Una investigación realizada por Ana Aznar, con el asesoramiento de Fundación Alcohol y Sociedad nos indica que un estudio realizado por la Universidad de Washington reveló que las personas que consumían normalmente cinco o más bebidas alcohólicas, una detrás de la otra, desde los 13 años, eran más propensas a la hipertensión a la edad de 24 años, que aquellas que no bebían alcohol. Las personas que continúan bebiendo mucho alcohol durante la edad adulta corren el riesgo de dañar órganos tales como el hígado, el corazón o el cerebro. La investigadora señala que el alcohol actúa como irritante celular, y en altas concentraciones causa daño, vertiéndose en la corriente sanguínea y viajando al cerebro, donde interfiere con los aminoácidos del cerebro que actúan como neurotransmisores. El alcohol hace que las células del hígado funcionen pobremente: algunas mueren y se reemplazan con grasa y fibra. Esto es la cirrosis del hígado. También manifiesta que los estudios más recientes muestran que con el tiempo, el alcohol reduce la actividad metabólica del cerebro. Deprime directamente las neuronas del centro respiratorio en el tronco encefálico, reduciendo la toma de oxígeno y haciendo la respiración menos eficiente. Cuando los niveles de oxígeno en la sangre se empobrecen progresivamente, la primera etapa es la euforia. Después llega la sedación, la somnolencia, el sueño, la insensibilidad, el coma y, en ocasiones, la muerte. Como disminuye el sentido de responsabilidad, nos hace más imprudentes y puede elevar la agresividad; la intoxicación es potencialmente una amenaza para la vida, especialmente cuando entra en juego con la testosterona, la hormona masculina de la agresividad. En su investigación refiere que el alcohol es un depresivo, lo que significa que hace más lento el funcionamiento del sistema nervioso central. En realidad, bloquea algunos de los mensajes que intentan llegar al cerebro, alterando las percepciones, las emociones, los movimientos, la vista y el oído de una persona. El alcohol reduce nuestro tiempo de reacción entre un 10% y un 30%. Como recomendaciones especiales indica que hay que explicarles a los hijos cuáles son los lugares del cerebro afectados: la corteza cerebral, el cerebelo y el tronco encefálico, particularmente el centro de la respiración. Que hay efectos colaterales agudos: intoxicación, se disminuye el sentido del oído y el sentido de responsabilidad. Que hay efectos colaterales crónicos: adicción, cirrosis en el hígado, pérdida de memoria, razonamiento poco equilibrado, síndrome de Korsakoff, síndrome fetal alcohólico. Que hay efectos irreversibles: daños permanentes en la capacidad de aprendizaje y la memoria, ya que las neuronas que se destruyen en el hipocampo no se reemplazarán jamás. Además el 8% de las personas que beben alcohol desarrollan algún tipo de problema, y cada una de esas víctimas afectará en alguna medida al menos a otras seis personas. Definitivamente, beber alcohol no es un juego. En muchas ocasiones son los mismos padres los que propician el consumo de alcohol en sus hijos, dándoles dinero para que compren este producto. Incluso no les manifiestan a sus hijos que al reverso de la botella siempre hay una indicación del Ministerio de Salud que prohíbe la venta de alcohol a los adolescentes, por el daño que ocasiona a su salud. Sin embargo, el alcohol se vende en tiendas y licoreras, sin ninguna restricción. En las mismas fiestas de graduación, por ejemplo, hay barra libre y se pueden consumir todas las botellas que la chica o el chico soliciten. Gran cantidad del dinero que recogen los organizadores de estas fiestas, se destina para el consumo de alcohol. Por tanto, los padres son los principales responsables de los daños que puedan ocasionarse con sus hijos.

Se tendría que preguntar cuánto dinero manejan nuestros hijos, qué sitios frecuentan, cuántas horas salen, y poner los medios para que no les resulte tan fácil beber.

 

 

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