Te uso… Me usas
El correr cotidiano y la celeridad de la vida actual, sumada a la globalización, nos está poniendo cara a cara con la despersonalización, estamos atrapados cada vez más dentro del milagro que ha obrado en nuestras vidas la tecnología; mucha de nuestra comunicación se reduce a chatear, mensajes de texto, mails, transacciones por internet, etc.. El uso indiscriminado de todos estos aparatos está aminorando el interactuar con las personas de nuestro entorno.
Relaciones desechables
Así como a pasos agigantados hemos entrado en la insaciable cultura del consumo, en donde por ejemplo: quiero el celular último modelo, lo obtengo, luego de muy poco tiempo sale al mercado uno más avanzado, con mejor tecnología, voy y lo compro, por ende el celular anterior deja de ser deseado y lo desecho, parecería ser que, un fenómeno muy similar se está dando con las relaciones afectivas en la actualidad, cuando se desea lo que no se tiene, al obtenerlo, se lo deja de desear, por lo tanto se pone la mira en otro objeto; entramos en un proceso de consumo relacional.
Como resultado de que empiezo a mirarme interiormente como un ser a quien yo permito que se use y bote sin mayor problema, “un ser desechable”
Podría afirmarse que antes se daba mayor valor e importancia a las personas y a las relaciones, y que hoy por hoy, se vivencia una fragilidad de los vínculos, ya que la unión por un amor comprometido se está debilitando. Está omnipresente el miedo a comprometerse a amar… Una cara de la moneda muestra al sujeto que quiere amar y ser amado, sin embargo y paradójicamente, la cercanía emocional le produce temor y se aleja, consecuentemente no se permite solidificar un vinculo afectivo, ya que esto implica una amenaza a salir herido, a sentir dolor y una amenaza a comprometerme con un otro en un para siempre… La otra cara de la moneda sumerge al sujeto en la otra ola… en la tendencia del disfrute inmediato, tendencia que lleva a establecer relaciones de fin de semana, basadas más en el sexo que en el amor, ubicando a ambos protagonistas a nivel de productos, usables y desechables de acuerdo a la conveniencia del momento.
El sujeto al engancharse en una relación desechable, ligera, de paso (en la que no se hacen promesas, en la que no se sienten comprometidos, en la que piden y se conforman con menos) piensa que, hay un coste emocional menor al final del consumo, sin prever que la satisfacción inmediata de estas relaciones de consumo dejan luego una gran sensación de vacío interior, el que a su vez incrementa la ambivalencia e inseguridad existente en él/ella, como resultado de que empiezo a mirarme interiormente como un ser a quien yo permito que se use y bote sin mayor problema, “un ser desechable”. Este complejo proceso de seudo- vinculación va lacerando silenciosamente al ser humano, sus consecuencias son letales, ya que los sentimientos y las emociones van quedando adormecidas, y el sujeto deja en el camino la esencia misma de su ser.
Si bien es cierto que los avances y las transformaciones que se han venido dando desde hace algunos años a nivel mundial han producido un impacto en el ser humano que lo ha conducido a generar cambios necesarios para hacer frente a una era que se percibe deslumbrante y amenazante a la vez, no deja de ser menos cierto que dentro de estos cambios se ha modificado la manera de relacionarse entre hombres y mujeres, llevándolos a establecer ya no relaciones verdaderas sino relaciones desechables, con vínculos muy laxos que los conducen a obtener una falsa felicidad y un alto nivel de frustración.
¿Será qué frente a este panorama, las personas deberían comprometerse e intentar esforzarse mucho más en mantener sus relaciones afectivas, y retomar lo perdurable de antaño que hoy parecería haberse vuelto caduco?