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Victor Maspons Noboa

Victor Maspons Noboa

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Ante lo que podemos cambiar

Nos encontramos en circunstancias difíciles y complejas. En los últimos meses, nuestra vida ha cambiado drásticamente: de la normalidad al aislamiento obligatorio y, ahora, del aislamiento a la “nueva normalidad”. Y lo difícil recién comienza. Los próximos meses no se ven libres de dificultades: el desempleo está a la alza y la economía va en picada…

 

En su libro Ética: cuestiones fundamentales, el filósofo alemán, Robert Spaemann, sostiene que la postura que tomamos ante la realidad es un prerrequisito para el actuar moral del hombre. ¿Por qué esto es así? porque siempre actuamos dentro de un marco establecido por las circunstancias que, a medida que vivimos, lo vamos configurando. “No existe acción alguna que venga de la nada y conduzca a la nada”, sino que cada acción nos destina, nos configura en quienes somos y hacia a dónde vamos. Nuestro presente continuo forma nuestro destino. Por este motivo, antes de actuar, es importante decidir cómo nos relacionamos con la realidad en la que vivimos y, en nuestro caso, la decisión es aún más apremiante. Según Spaemann, caben 3 posibles actitudes: fanatismo, cinismo y serenidad.

 

En primer lugar, el fanático es el que no le ve ningún sentido al mundo, más que el sentido que él le da. Choca su propia visión contra la realidad y trata de imponerse sobre ella. Un fanático  niega convencidamente la existencia de problemas y quiere convencer al resto que no pasa nada, cuando la situación es muy complicada. Es decir, no acepta la verdad en que se encuentra. Se queda estancado en “su” verdad.

 

A continuación, el cínico, a diferencia del fanático, niega cualquier sentido a la realidad. Es decir, no le da valor moral ni a ella ni a las personas. Lo único real es la ley del más fuerte. Un cínico se aprovecha de la situación difícil en la que vive el resto, para sacar un beneficio propio. En definitiva, para el cínico, como la realidad no tiene valor intrínseco, vale cualquier cosa.

 

Ambas alternativas establecen relaciones negativas con la realidad: niegan su sentido. Por esto, según Spaemann, cabe una tercera actitud, que es necesaria para poder actuar moralmente: la serenidad. Ser sereno significa aceptar el marco en el que me encuentro y a las personas en él como llenas de valor, incluidos los fracasos y las adversidades. Es aceptar que hay cosas que están fuera de mi alcance y que no puedo cambiar. Aceptamos la realidad como llena de sentido porque confiamos que, a la larga, si actuamos bien, prevalecerá el bien. Si no fuese así, ¿Para qué intentar mejorar las cosas? 

 

Pero serenidad no es sólo aceptación. “Serenidad no significa pasividad, renuncia a cambiar el mundo, sino afirmación de una realidad que merece que se le ayude modificándola”. ¿Y cómo la puedo modificar? Con el esfuerzo diario de mejorar para bien todo lo que se encuentra bajo mi alcance: los padres, siendo sostén de su familia; los hijos, colaborando con los padres; los hermanos, apoyándose unos a otros. En definitiva, serenidad es aceptación y acción. Solo cuando tengo serenidad, puedo vivir amistosamente conmigo mismo y con los que me rodean. 

La humanidad se encuentran en un momento difícil y apremiante. No es momento de rendirnos ni de renunciar, de ser fanáticos o cínicos, sino de actuar. Pero antes de actuar, tenemos que aceptar nuestra realidad. Una vez aceptada con serenidad, debemos lanzarnos a cambiar para bien lo que está en nuestras manos. ¿Por qué? Porque es nuestro deber como personas luchar por un futuro más esperanzador para quienes están por venir.

 

Bibliografía:

Spaemann, R. (2005). Ética : Cuestiones fundamentales. Retrieved from https://ezproxy.si.unav.es:2141

 

 

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